El mensaje, cuando llegó el 18 de junio de 2025, fue tan público como brutal. G.E.M., la cantautora hongkonesa que había conquistado el mundo del Mandopop con su poderosa voz y prolífica composición, acababa de lanzar I AM GLORIA, un álbum profundamente personal con versiones regrabadas de sus mayores éxitos. Para sus millones de fans, fue un acto triunfal de reivindicación. Para su antiguo sello discográfico, Hummingbird Music, fue un acto de guerra.
A los pocos días del lanzamiento del álbum, Hummingbird emitió un ultimátum público contundente. Declararon que las regrabaciones constituían una flagrante infracción de sus derechos de autor y exigieron que todas las plataformas de streaming musical a nivel global retiraran el álbum en un plazo de 48 horas. La declaración advertía que, de no cumplir, se tomarían medidas legales inmediatas tanto contra las plataformas como contra la propia G.E.M.1
La respuesta de G.E.M. fue igualmente rápida y desafiante. “Tras hablar con mi equipo legal, todos nos encogimos de hombros y sonreímos con impotencia”, escribió en sus redes sociales. “Realmente no sé qué más necesito decir… la base legal de mis regrabaciones ya es increíblemente sólida”.1 Las líneas de batalla, trazadas hace años, estaban ahora grabadas en piedra.
Este choque público fue la culminación explosiva de una saga legal de seis años que ha cautivado al mundo del entretenimiento en China. Enfrenta a una artista querida, ahora una potencia independiente, contra el pequeño sello discográfico boutique que la descubrió de adolescente y la llevó al estrellato.1 La disputa es un laberinto de demandas y contrademandas, de acusaciones de mala conducta financiera y manipulación emocional, y una amarga lucha por la propiedad no solo de más de 100 canciones, sino también del propio nombre de la artista.
¿Cómo pudo una relación aparentemente perfecta entre mentor y aprendiz, del tipo que sienta las bases de la tradición de la industria musical, desintegrarse en una guerra legal multimillonaria? Y en un panorama musical global donde artistas como la propia Taylor Swift de Estados Unidos luchan por recuperar el control sobre la obra de su vida, ¿qué nos dice la lucha única y compleja de G.E.M. sobre el precio de la fama, la naturaleza de la propiedad creativa y el alma misma de la industria musical en la China moderna?
La historia comienza, como muchas, con un descubrimiento. En 2006, una estudiante de secundaria de 15 años llamada Deng Shiying (邓诗颖) participó en un concurso de canto escolar. Entre el público se encontraba Zhang Dan, un productor musical y cofundador de un nuevo sello independiente con sede en Hong Kong, Hummingbird Music. Le impactó su talento: una voz potente y madura, junto con la rara distinción de interpretar su propia composición original.5 Vio una estrella y, poco después, la joven Deng Shiying, ahora rebautizada con el nombre artístico G.E.M. (acrónimo de “Get Everybody Moving”), firmó su primer contrato profesional.
Este contrato inicial, sin embargo, se convertiría en la grieta fundamental que, más de una década después, rompería toda la relación. Las circunstancias de su firma son clave para las posteriores acusaciones de tergiversación de G.E.M. Era menor de edad, solo tenía 15 años, lo que significaba que su madre tuvo que negociar y cofirmar el acuerdo.1 Según G.E.M., su madre no dominaba el inglés, y sin embargo, el contrato que definiría la carrera de su hija durante los siguientes trece años estaba escrito íntegramente en inglés.1 Años después, G.E.M. declararía que firmaron basándose en la confianza, creyendo las explicaciones verbales que, según ella, les aseguraban que los derechos de autor de las canciones que escribiera le pertenecerían finalmente.1 La realidad escrita, descubriría mucho más tarde, era drásticamente diferente.
El acuerdo era un ejemplo clásico de lo que se conoce en la industria del entretenimiento china como un “quányuē” (全约), o un contrato “integral” o “360 grados”.9 Este modelo, común en toda Asia, va mucho más allá de un simple contrato discográfico. Normalmente otorga a la agencia un control exhaustivo sobre cada faceta de la carrera de un artista: gestión, edición musical, giras, patrocinios, relaciones públicas y, lo más crítico, toda la propiedad intelectual creada durante el período del contrato. Para un artista joven y desconocido, desesperado por una oportunidad, el poder de negociación es prácticamente inexistente. El contrato se convierte menos en un acuerdo de colaboración y más en un título de propiedad, con el artista posicionado no como un socio, sino como el activo principal. El uso de un contrato solo en inglés con una menor de edad y su madre sin fluidez en el idioma, ya sea una táctica deliberada o un descuido, ejemplifica el profundo desequilibrio de poder en juego desde el principio.
Bajo la guía de Hummingbird, la carrera de G.E.M. despegó. Se convirtió en una sensación en el mundo cantonés de Hong Kong. Pero el verdadero punto de inflexión llegó en 2014. Su aparición en el concurso de telerrealidad chino continental I Am a Singer (我是歌手) fue un fenómeno cultural.5 Sus impresionantes interpretaciones vocales la presentaron a una audiencia de cientos de millones, transformándola de la noche a la mañana de una estrella de Hong Kong en una megaestrella pan-china. Su valor comercial se disparó, y con él, el valor de los activos – sus canciones, su imagen, su nombre – que estaban controlados por Hummingbird Music.
Fecha | Evento | Fuente(s) |
2006 | G.E.M., de 15 años, es descubierta por Zhang Dan y firma con Hummingbird Music. | 6 |
2008 | G.E.M. debuta oficialmente en Hong Kong. | 5 |
2014 | G.E.M. alcanza una fama masiva en China continental a través de I Am a Singer. Hummingbird Music registra “邓紫棋” y “G.E.M.” como marcas comerciales. | 1 |
7 de marzo de 2019 | G.E.M. anuncia públicamente la rescisión de su contrato, alegando “incumplimiento grave de contrato” y “tergiversación”. | 5 |
8 de marzo de 2019 | Hummingbird Music niega todas las acusaciones, insistiendo en que el contrato es válido hasta 2022. | 5 |
28 de marzo de 2019 | Hummingbird Music demanda a G.E.M. por 120 millones de HKD en concepto de daños y perjuicios. | 5 |
19 de abril de 2019 | G.E.M. establece su propio estudio personal, G-Nation Ltd., señalando su independencia. | 5 |
2020 | G.E.M. lanza la canción “Full Stop” (句号), un manifiesto musical sobre su separación de Hummingbird. | 4 |
Enero de 2024 | Hummingbird Music emite una declaración pública de derechos de autor, afirmando la propiedad de 103 canciones de G.E.M. y prohibiendo su uso no autorizado. | 11 |
12 de junio de 2025 | G.E.M. lanza su álbum regrabado I AM GLORIA y una carta pública detallando su batalla legal de seis años. | 1 |
18 de junio de 2025 | Hummingbird Music emite una notificación de retirada de 48 horas para I AM GLORIA, acusando a G.E.M. de infracción de derechos de autor. G.E.M. se niega públicamente. | 1 |
Durante años, la colaboración pareció fructífera. Pero tras bambalinas, las tensiones aumentaban. El 7 de marzo de 2019, la situación estalló. G.E.M. publicó una larga carta en sus redes sociales, anunciando la rescisión inmediata de su relación de 13 años con Hummingbird Music. Acusó a la compañía de “incumplimiento grave de contrato” y “tergiversación”, afirmando que la confianza entre ellos se había erosionado por completo.4
La refutación de Hummingbird fue rápida e inflexible. La compañía negó cualquier irregularidad, insistió en que su contrato seguía siendo legalmente válido hasta su fecha de vencimiento prevista en 2022 y rechazó su rescisión unilateral.5 Semanas después, formalizaron su postura presentando una demanda en el Tribunal Superior de Hong Kong, reclamando la asombrosa cifra de 120 millones de HKD (aproximadamente 15,3 millones de USD) en concepto de daños y perjuicios por incumplimiento de contrato.5 G.E.M. respondió estableciendo su propio estudio independiente y presentando una contrademanda.5
A medida que se desarrollaba la batalla legal, surgió un detalle particularmente escalofriante, que conmocionó a su base de fans. En 2014, poco después de su explosión de popularidad en el continente, Hummingbird Music había presentado discretamente solicitudes para registrar su famoso nombre artístico, “邓紫棋” (Dèng Zǐqí), y “G.E.M.” como marcas comerciales en varias categorías, incluyendo educación, entretenimiento e incluso joyería.1 Las marcas comerciales fueron registradas oficialmente en 2015 con una validez hasta 2025.15
El director ejecutivo de Hummingbird, Zhang Dan, afirmó que se trataba de una medida defensiva estándar “para prevenir la piratería”.1 Sin embargo, esta justificación parece poco sólida. Registrar un nombre como marca comercial protege su uso en bienes y servicios comerciales; poco hace para evitar la distribución ilegal de música. La medida fue ampliamente vista como una poderosa herramienta de presión. Al poseer la marca comercial de su propia identidad, la compañía creó un formidable desincentivo para que G.E.M. se marchara alguna vez. Si se marchaba, podría tener que abandonar el nombre con el que había construido una marca global, un nombre sinónimo de su arte.
Esta acción representa la máxima mercantilización de un artista, transformando su identidad en un activo corporativo. Subraya un conflicto fundamental en la industria del entretenimiento: la línea entre un artista como socio creativo y un artista como una marca que debe ser poseída y controlada. La realidad legal en China es compleja. El nombre artístico establecido de un artista, o “yìmíng” (艺名), puede protegerse bajo “derechos de nombre” personales (姓名权), que son distintos de los “derechos de marca comercial” (商标权) comerciales. Expertos legales han sugerido que, dado que el nombre “邓紫棋” está tan intrínsecamente ligado a ella como persona en la conciencia pública, es probable que tuviera un caso sólido para seguir usándolo bajo la protección de sus derechos de nombre, independientemente del registro de la marca comercial.16 Sin embargo, la sola amenaza creó una nube de incertidumbre y una poderosa baza de negociación para la compañía.
En 2020, G.E.M. canalizó sus frustraciones en su música, lanzando la canción “Jùhào” (句号), que se traduce como “Punto Final” o “Punto y Aparte”. La letra era un manifiesto musical directo e inequívoco que detallaba su versión de la historia. Cantó: “Durante años me dijiste, sin ti, no podría hacer nada / Dijiste que yo era una mercancía… No soy un producto en tus manos / Sin ti, puedo seguir adelante, y floreceré aún más”.4 La canción fue más que un éxito; fue su declaración de independencia, enmarcando toda la disputa no solo como un desacuerdo contractual, sino como una profunda lucha por la dignidad personal y la libertad artística.
En el corazón de esta prolongada guerra reside el control del activo más valioso de G.E.M.: su música. La disputa se centra en 103 canciones creadas durante su etapa con Hummingbird, un catálogo que incluye sus éxitos más icónicos como “Bubble” (泡沫), “Light Years Away” (光年之外) y “A.I.N.Y.”.1 Para entender la batalla, primero hay que comprender los dos derechos de autor distintos inherentes a cada canción grabada, un concepto que se popularizó en EE. UU. gracias a la saga de Taylor Swift.
Primero está el Derecho de Autor de la Composición, conocido en China como “cíqǔ zhùzuòquán” (词曲著作权). Este es el derecho sobre los elementos fundamentales de la canción: la letra y la melodía. Es la propiedad intelectual del compositor. G.E.M., una prolífica compositora que escribió la gran mayoría de sus propios éxitos, alega que fue engañada para ceder estos derechos en su contrato inicial.4
Segundo está el Derecho de Autor de la Grabación Maestra, o “lùyīn zhìzuòzhě quán” (录音制作者权). Este es el derecho de autor de una grabación sonora específica de una canción. La discográfica suele financiar y poseer las “masters”. Hummingbird reclama la propiedad exclusiva de las grabaciones maestras originales de los primeros trabajos de G.E.M., lo que les da control sobre quién puede copiar, distribuir o vender esas versiones específicas.4
Lo que está en juego económicamente es inmenso. En una sorprendente revelación que acompañó el lanzamiento de su álbum regrabado, G.E.M. afirmó que durante más de seis años —desde que comenzó la disputa en 2019— no ha recibido ni un solo céntimo en derechos de autor de sus antiguas canciones, a pesar de su perdurable popularidad y millones de reproducciones.1 “Así es”, escribió, “seis años de derechos de autor, ni un céntimo”.1 Esta afirmación proporciona un motivo claro y tangible para su lucha por recuperar su obra.
Ante la perspectiva de perder el control sobre su legado creativo, G.E.M. y su nuevo equipo legal idearon una contraofensiva sofisticada y doble para justificar legalmente la regrabación de su catálogo. Es una brillante estrategia legal que navega por los complejos y distintos sistemas jurídicos de Hong Kong y China continental.
1. La Estratagema de Hong Kong (CASH): El primer pilar de su defensa se basa en una decisión que tomó siendo adolescente. A los 14 años, antes incluso de ser profesional, G.E.M. se unió a la Sociedad de Compositores y Autores de Hong Kong (CASH), una organización de gestión colectiva de derechos similar a ASCAP o BMI en Estados Unidos.4 Su argumento legal es que, al unirse a CASH, cedió los derechos de interpretación pública, radiodifusión y transmisión de sus composiciones a través de redes a la sociedad para su administración. Por lo tanto, estos derechos específicos, sostiene, nunca fueron suyos para cederlos a Hummingbird; pertenecían a CASH. Esta interpretación le daría una vía legal, a través de CASH, para licenciar sus propias composiciones a sí misma para la creación de nuevas grabaciones.4
2. La Maniobra Continental (Licencia Legal): El segundo pilar fue descubierto cuando su equipo, que ahora incluía expertos en derecho de China continental, se centró en el Artículo 42 de la Ley de Derechos de Autor de China. Esta disposición contiene una cláusula de “licencia legal” (o licencia obligatoria). Establece que una vez que una obra musical ha sido legalmente grabada y publicada, otra parte puede crear una nueva grabación de esa misma obra sin necesidad de permiso directo del titular de los derechos de autor, siempre y cuando pague la tarifa de regalías establecida por ley. Crucialmente, esto se aplica solo si el titular de los derechos de autor no declaró explícitamente en la primera publicación que dicho uso estaba prohibido.11 G.E.M. afirma tener pruebas notariadas que demuestran que, con la excepción de dos álbumes específicos, todo su catálogo inicial fue lanzado sin esta declaración prohibitiva.1 Esto, argumenta su equipo, le otorga un claro derecho legal según la ley continental para regrabar sus propias canciones.
Esta estrategia dual es una magistral partida de ajedrez legal jugada a través de las fronteras. No es una simple disputa contractual, sino una sofisticada guerra de propiedad intelectual transfronteriza. Al identificar y aprovechar mecanismos legales distintos tanto en la tradición del derecho común de Hong Kong como en el sistema de derecho civil de China continental, G.E.M. ha construido una defensa formidable e innovadora, demostrando una determinación y una perspicacia estratégica que eleva este conflicto mucho más allá de una disputa típica entre artista y discográfica.
Para cualquier estadounidense que siga la historia de G.E.M., los paralelismos con la muy publicitada batalla de Taylor Swift para recuperar su música son imposibles de ignorar. Ambas artistas firmaron sus primeros contratos discográficos siendo adolescentes (a los 15 años), cediendo efectivamente las grabaciones maestras de su trabajo formativo a un sello discográfico.1 Ambas expresaron una profunda angustia emocional al perder el control de su legado creativo. Y, lo más significativo, ambas optaron finalmente por la misma poderosa estrategia para contraatacar: regrabar todo su catálogo anterior, álbum por álbum, para crear nuevas grabaciones maestras que poseerían y controlarían por completo.20
Sin embargo, etiquetar simplemente la lucha de G.E.M. como un “momento Taylor Swift” es pasar por alto las diferencias cruciales y fascinantes que iluminan el paisaje único de la industria musical china.
Aunque el objetivo es el mismo, el campo de batalla y las armas son claramente diferentes.
Primero, la naturaleza del antagonista. La lucha de Taylor Swift fue contra Scooter Braun, un magnate de la industria musical que adquirió su antiguo sello, Big Machine Records, en un acuerdo de 330 millones de dólares.22 Swift lo presentó con éxito como un forastero hostil, un “acosador incesante y manipulador” que había comprado la obra de su vida sin su consentimiento.20 Esto creó una narrativa clara, casi cinematográfica, de héroe contra villano. El conflicto de G.E.M. es mucho más íntimo y complejo. Su adversario es Zhang Dan, su mentor original, el hombre que la descubrió y construyó su carrera desde cero.7 Esto no es una adquisición corporativa; es la dolorosa y amarga ruptura de una familia creativa, una historia de una pupila que se vuelve contra su mentor.
Segundo, la base legal de la lucha. La capacidad de Swift para regrabar era en gran medida contractual. Su acuerdo con Big Machine contenía cláusulas estándar de la industria estadounidense que estipulaban *cuándo* se le permitía legalmente empezar a crear nuevas versiones de sus antiguas canciones. Su lucha fue cuestión de esperar a que se cumpliera el plazo. La lucha de G.E.M. es mucho más fundamental. No está simplemente esperando que expire una restricción; está desafiando activamente la validez y el alcance del contrato original, utilizando los innovadores argumentos legales transfronterizos arraigados en las sociedades de derechos colectivos de Hong Kong y las leyes de licencia legal de China continental.11
Finalmente, el registro de la marca del nombre de G.E.M. añade una capa de conflicto completamente ausente en el caso de Swift. La idea de que un artista pudiera perder el derecho a usar su propio nombre famoso es una amenaza particularmente potente, que habla de una dinámica industrial potencialmente más controladora y abarcadora. Mueve el conflicto más allá de la propiedad intelectual y lo lleva al ámbito de la identidad personal.
Estas distinciones no son menores; son fundamentales. Muestran cómo un problema similar —la falta de propiedad de un artista— puede manifestarse y ser combatido de maneras profundamente diferentes según el contexto legal, cultural y personal.
Factor | G.E.M. | Taylor Swift |
Artista | G.E.M. | Taylor Swift |
Edad al Firmar Inicialmente | 15 | 15 |
Activos en Disputa | Grabaciones Maestras, Derechos de Autor de Composición, Marca Comercial del Nombre Artístico | Grabaciones Maestras |
Antagonista Principal | Mentor/Representante Original (Zhang Dan) | Adquirente Externo (Scooter Braun) |
Estrategia Legal Principal | Impugnar la validez del contrato a través de leyes transfronterizas (CASH, Licencia Legal) | Cumplir con las restricciones contractuales de tiempo para la regrabación |
Impacto Amplio en la Industria | Potencial para sentar un precedente sobre los “contratos integrales” y los derechos de los artistas en China | Desencadenó una conversación global sobre la propiedad de las grabaciones maestras y la equidad de los artistas en EE. UU. |
La lucha de G.E.M. no es un incidente aislado. Más bien, es un síntoma de alto perfil de problemas sistémicos arraigados en la maquinaria de la industria del entretenimiento china. Su caso arroja una luz cruda sobre el modelo de “contrato integral”, donde las agencias a menudo funcionan como guardianes todopoderosos, exigiendo un control casi total sobre cada aspecto de la carrera de un artista joven y, en algunos casos, de su vida personal.9
Este sistema fomenta una mentalidad que G.E.M. articuló tan poderosamente en su canción “Full Stop”: el artista como una mercancía.4 En el mundo hipercomercializado y vertiginoso de la cultura pop china, el talento a menudo se ve como una materia prima para ser procesada, empaquetada y comercializada para obtener el máximo beneficio.25 La relación es menos sobre nutrir la creatividad y más sobre gestionar una inversión. La agencia invierte recursos —formación, producción, promoción— y a cambio, espera poseer el producto resultante, que a menudo es el propio artista.
La creencia central que sustenta este modelo es que la agencia es indispensable. La narrativa impulsada por compañías como Hummingbird es que el artista, por muy talentoso que sea, no es nada sin la infraestructura, la estrategia y las conexiones de la compañía. La carrera de G.E.M. desde su separación en 2019 sirve como una refutación directa y rotunda a toda esta premisa.
Desde cualquier punto de vista, su éxito como artista independiente ha sido asombroso. Liberada de su antiguo sello, estableció su propio estudio y se embarcó en un período de crecimiento creativo y comercial explosivo.5 En 2019, lanzó el álbum
摩天动物园 (City Zoo), una obra aclamada por la crítica que le valió el prestigioso Premio del Jurado en los Golden Melody Awards de Taiwán, el máximo honor en el Mandopop.6 En 2022, lanzó
启示录 (Revelation), un ambicioso proyecto que presentó el álbum completo como una serie musical de 14 episodios, algo inédito para la industria musical china.6 Incluso expandió su alcance global lanzando una versión en español del álbum,
Revelación.6
Su dominio comercial ha sido igualmente impresionante. Ha seguido batiendo récords, convirtiéndose en la primera cantante china en tener cinco videos musicales diferentes que superan los 100 millones de visitas en YouTube.6 Su gira de conciertos de 2024 fue un éxito de taquilla, generando supuestamente más de 2.500 millones de RMB (aproximadamente 345 millones de USD) en ventas de entradas y actuando para más de 3 millones de personas, lo que la convirtió en la artista de gira con mayor recaudación en China ese año.6
Este florecimiento es más que una simple historia de éxito; es una poderosa contranarrativa. Demuestra que el artista, no la compañía, es el verdadero motor de valor. Al no solo sobrevivir sino prosperar en sus propios términos, G.E.M. ha demolido el argumento de que era simplemente un “producto” de la creación de Hummingbird. Su trayectoria envía un potente mensaje a otros artistas atrapados en arreglos similares: la independencia no solo es posible, sino que también puede ser el catalizador de un logro artístico y comercial aún mayor. Se ha transformado de una percibida víctima de un sistema explotador en una pionera que abre caminos.
El capítulo final de la batalla de G.E.M. por su música aún está por escribir. La disputa legal sobre sus regrabaciones sigue en curso, y los tribunales aún no han emitido un veredicto final.3 El ultimátum de 48 horas de Hummingbird Music en junio de 2025 fue un movimiento audaz, pero hasta ahora, el álbum regrabado de G.E.M.,
I AM GLORIA, sigue disponible en las plataformas de streaming, un testimonio silencioso de su negativa a ceder.
El resultado de este caso, cuando llegue, sin duda sentará un precedente monumental para las relaciones entre artistas y agencias y la ley de derechos de autor en China. Un fallo a favor de Hummingbird podría reforzar el inmenso poder del “contrato integral”, desanimando potencialmente los intentos de otros artistas de obtener independencia. Por el contrario, una victoria para G.E.M. podría empoderar a una nueva generación de creadores para exigir condiciones más justas, mayor transparencia y más control sobre el arte que crean. Podría forzar una reevaluación sistémica de contratos que, como muestra la historia de G.E.M., pueden firmarse bajo condiciones de profunda desigualdad.
En última instancia, la lucha de G.E.M. es una historia con resonancia global. Aunque hace eco de la trayectoria de Taylor Swift, es una batalla moldeada de forma única por las complejidades de la ley china, la dinámica de su industria del entretenimiento y la historia personal entre una estrella y su mentor. Es un caso emblemático que representa más que una disputa financiera; es una lucha por la autodeterminación artística. Lo que estamos presenciando es un momento crucial, una “Versión de Taylor, con Características Chinas”, que tiene el potencial de redefinir lo que significa ser un artista, un propietario y un individuo en el mercado musical nuevo más dinámico y poderoso del mundo. La última nota aún no se ha tocado, pero toda la industria está escuchando.
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