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De Jiaozi a empresas estatales: 2,000 años de finanzas estatales chinas

El modelo económico de China, una mezcla de control estatal y fuerzas del mercado, continúa fascinando y desconcertando a los observadores. ¿Cómo evolucionó este sistema único? ¿Las palancas del poder que ejerce Pekín hoy son realmente novedosas, o son ecos de un antiguo manual? Para entender el presente, debemos ahondar en el pasado, explorando el propio ADN del poder estatal chino: su historia fiscal. Descifrando los Secretos Fiscales del Imperio Central, un nuevo libro convincente, ofrece una lente única a través de la cual examinar esta intrincada historia.

Publicado en 2017 por la Editorial Lujiang y escrito por Guo Jianlong (郭建龙), Descifrando los Secretos Fiscales del Imperio Central (中央帝国的财政密码) rápidamente se convirtió en un best seller en China, captando el espíritu de una nación que lucha con su identidad económica. Con una impresionante calificación de 8.3 en Douban, el equivalente chino de Goodreads, el libro resonó profundamente en los lectores chinos, provocando debates en línea sobre la larga historia de la intervención estatal en la economía. No se trata solo de un relato histórico árido; es una narrativa tejida con historias intrigantes, que ofrece una nueva perspectiva sobre figuras y eventos históricos familiares.

En el centro del análisis de Guo se encuentran tres herramientas financieras centrales empleadas por sucesivas dinastías: empresas estatales (SOE), propiedad pública de la tierra y monopolios financieros (con especial énfasis en la moneda). Si bien estas herramientas podrían parecer características de la China moderna, Guo revela sus profundas raíces en la historia fiscal del imperio, rastreando su evolución a lo largo de dos milenios. Desde los monopolios de la sal y el hierro de la dinastía Han hasta los intrincados sistemas de papel moneda de las dinastías Song y Yuan, estos instrumentos del poder estatal han dado forma a la trayectoria de la civilización china.

La tesis central de Guo es tan simple como profunda: el auge y la caída de las dinastías chinas están inextricablemente vinculados a su salud fiscal. Estas tres herramientas financieras no solo se refieren a la generación de ingresos; son mecanismos para que el estado adquiera y mantenga el poder, influyendo en todo, desde la fuerza militar hasta la estabilidad social. Esto resuena poderosamente con los debates actuales sobre el modelo económico de China. ¿Son las SOE una fuente de fortaleza o un lastre para la innovación? ¿La propiedad pública de la tierra empodera al estado o desfavorece a los ciudadanos? ¿Y hasta qué punto puede un gobierno manipular su moneda para lograr sus objetivos políticos? Descifrando los Secretos Fiscales del Imperio Central ofrece una exploración oportuna y perspicaz de estas preguntas perennes, arrojando luz sobre el pasado, el presente y el futuro de China.

El ADN Fiscal de las Dinastías Chinas

Parte 1: De Emperadores a Eunucos: Las Semillas de la Inestabilidad Fiscal

La dinastía Han, un período a menudo romantizado por su prosperidad y logros culturales, proporciona un convincente caso de estudio sobre los peligros del exceso fiscal. El emperador Wu, un gobernante de grandes ambiciones, se embarcó en una serie de extensas campañas militares que llevaron las finanzas del imperio al límite. Estas campañas, si bien expandieron el alcance territorial de los Han, tuvieron un alto precio, exigiendo medidas fiscales innovadoras (y a menudo controvertidas). El emperador Wu recurrió a dos herramientas principales para financiar sus aventuras militares: empresas estatales (SOE) y manipulación de la moneda.

La creación de SOE, particularmente los monopolios de la sal y el hierro, marcó un cambio significativo en el papel del estado. Anteriormente, el gobierno Han se había adherido en gran medida a un enfoque de laissez-faire hacia la economía. Pero ante el aumento de los gastos militares, el emperador Wu vio el potencial de lucro en controlar los productos básicos esenciales. Al nacionalizar las industrias de la sal y el hierro, pretendía crear un flujo constante de ingresos directamente para las arcas imperiales. Esto proporcionó una solución a corto plazo a sus necesidades financieras inmediatas, pero sembró las semillas de la distorsión económica a largo plazo.

Además de las SOE, el emperador Wu incursionó en la manipulación de la moneda, introduciendo “dinero de cuero” (皮幣) y monedas de “metal blanco” (白金). El dinero de cuero, esencialmente trozos de piel de ciervo blanco adornados con marcas púrpuras, se le asignó un valor exorbitante, muy superior al valor intrínseco del material. El metal blanco, una aleación de plata y estaño, también tuvo su valor oficial inflado, creando una oportunidad de arbitraje. Estas medidas fueron esencialmente intentos velados de generar ingresos a través de la inflación. Sin embargo, rápidamente fracasaron, causando confusión generalizada y desconfianza en el mercado. Los comerciantes, al ver la inflación artificial, o bien atesoraban productos valiosos o recurrían a la falsificación, exacerbando la inestabilidad. Esto ilustra el principio de que “el mal dinero expulsa al buen dinero”: cuando un gobierno ordena la circulación de una moneda sobrevalorada junto con una más estable, esta última desaparece de la circulación, o bien se atesora o se funde por su valor material.

Si bien las maniobras fiscales del emperador Wu proporcionaron un alivio temporal, crearon una cascada de problemas a largo plazo. La inflación, consecuencia directa de su manipulación de la moneda, erosionó el poder adquisitivo de los ciudadanos comunes. Las SOE, si bien generaban ingresos para el estado, condujeron a la corrupción y la ineficiencia, ya que los funcionarios gubernamentales y sus compinches explotaban su control sobre los productos básicos esenciales. Además, estas políticas alimentaron la agitación social, ya que los comerciantes y los ciudadanos comunes soportaron la mayor parte de las dificultades económicas. Los famosos Debates sobre la Sal y el Hierro (鹽鐵論) durante el reinado del emperador Zhao ilustran el descontento generalizado con estas políticas. Los académicos y funcionarios argumentaron enérgicamente contra la intervención del gobierno en la economía, abogando por un regreso a un enfoque más laissez-faire. Señalaron la disminución de la calidad de los productos fabricados por las SOE, el aumento de los precios y la corrupción que se había vuelto endémica en la administración fiscal del gobierno. Si bien estos debates aparentemente dieron voz a las quejas del pueblo, en última instancia tuvieron poco impacto en la política gubernamental. La dependencia del estado en las SOE y su control sobre la moneda se habían vuelto demasiado arraigados.

Las consecuencias de las políticas fiscales del emperador Wu se extendieron más allá del ámbito económico. La creación de SOE y el enfoque en la generación de ingresos a través de medios no tradicionales condujeron a un cambio en la dinámica de poder dentro del gobierno. La burocracia tradicional, arraigada en los ideales confucianos de meritocracia y servicio, se debilitó gradualmente. Nuevas posiciones, a menudo ocupadas por aquellos con experiencia comercial en lugar de credenciales académicas, ganaron prominencia. Esto, combinado con la creciente tensión financiera en el imperio, creó un ambiente propicio para la corrupción y el faccionalismo. El eventual ascenso de los eunucos, a menudo confiados con la gestión de las finanzas del emperador y el control del acceso a su persona, socavó aún más la autoridad de la burocracia tradicional. Estos eunucos, libres de la ética confuciana y motivados por el interés propio, a menudo utilizaban su posición para acumular riqueza e influencia, exacerbando aún más los problemas fiscales del imperio. Así, las semillas de inestabilidad sembradas por las políticas fiscales del emperador Wu seguirían dando frutos amargos durante siglos.

Parte 2: Dinastía Tang: Descentralización Fiscal y el Auge de los Señores de la Guerra

La dinastía Tang, a menudo aclamada como una edad de oro de la civilización china, presenta una fascinante paradoja: un período de notable florecimiento económico y cultural junto con una persistente debilidad fiscal. En el corazón de esta paradoja se encuentra el sistema de asignación de tierras de la Tang, un mecanismo aparentemente simple pero en última instancia defectuoso que dio forma a la trayectoria de la dinastía. En teoría, el sistema, heredado de la dinastía Sui y arraigado en el “sistema de campos iguales” (均田制), tenía como objetivo garantizar una distribución equitativa de la tierra y una base tributaria estable. Cada hombre adulto tenía derecho a una parcela de tierra del estado, obligado a pagar impuestos y realizar servicio de trabajo (庸) a cambio. Al morir, la tierra revertía al estado para su redistribución. Este sistema, conocido como el sistema zuyongdiao (租庸調), también incluía un impuesto al hogar (調) pagado en bienes como seda o tela.

Sin embargo, el sistema de asignación de tierras de la Tang, como sus predecesores, pronto estuvo plagado de lagunas. La premisa misma de la propiedad estatal y la redistribución demostró ser difícil de hacer cumplir. A medida que la población creció y la tierra se hizo escasa, las familias poderosas y los funcionarios comenzaron a acumular propiedades que excedían con creces los límites prescritos. Además, muchas personas buscaron evadir los impuestos y el servicio de trabajo registrándose como dependientes (客戶) de hogares adinerados o asumiendo otros estatus exentos, como convertirse en monjes o monjas. Esto condujo a una disminución de la base tributaria del estado y una creciente disparidad entre la élite adinerada y el pueblo común. Los intentos del gobierno de frenar la privatización de la tierra y la evasión de impuestos, a través de edictos e inspecciones periódicas de la tierra, demostraron ser en gran medida ineficaces. El atractivo del beneficio y las dificultades inherentes a la aplicación de un sistema centralizado complejo en un vasto imperio socavaron constantemente estos esfuerzos.

A los problemas fiscales de la Tang se sumó su inusual sistema de agencias gubernamentales “autofinanciadas” (公廨田, 公廨钱). Incapaz de financiar adecuadamente su burocracia a través de los ingresos fiscales regulares, el gobierno Tang implementó un sistema en el que cada agencia recibía una subvención de tierra (公廨田) y dinero (公廨钱) y se esperaba que generara sus propios gastos operativos mediante el arrendamiento de la tierra y el préstamo del dinero con intereses. Este sistema, si bien innovador en su intento de crear independencia financiera para las agencias gubernamentales, a menudo fracasaba espectacularmente. Los funcionarios, sin formación en gestión financiera, a menudo tomaban malas decisiones de préstamo, lo que resultó en pérdidas significativas de fondos públicos. Además, la presión para generar ingresos condujo a prácticas de préstamo predatorias, lo que agobiaba aún más a la población y alimentaba la agitación social.

Este sistema se convirtió en el centro de un acalorado debate en el 638 d. C., destacado por la controversia que rodea a los zhuoqian lingshi (捉钱令史), funcionarios específicamente encargados de gestionar estos fondos de la agencia. Los críticos, como el erudito confuciano y funcionario Chu Suiliang (褚遂良), argumentaron que esta práctica de confiar los asuntos financieros a funcionarios de bajo rango no solo socavaba la dignidad de la administración pública, sino que también abrió la puerta a la corrupción. Además, señalaron el número desproporcionado de puestos zhuoqian lingshi en comparación con los puestos regulares de la administración pública, argumentando que esto creaba un incentivo perverso para que las personas buscaran estos roles financieramente lucrativos en lugar de buscar puestos de verdadero servicio público. El emperador Taizong, atrapado entre la necesidad de ingresos y la creciente crítica al sistema, vaciló entre apoyarlo y abolirlo, destacando la precaria posición fiscal del gobierno.

La incapacidad de la Tang para establecer un sistema fiscal estable y eficiente tuvo consecuencias políticas de gran alcance. La falta crónica de fondos del gobierno central debilitó su autoridad, haciéndolo cada vez más dependiente de poderosos gobernadores regionales (節度使) para obtener ingresos y apoyo militar. Inicialmente creados para administrar las defensas fronterizas, estos jiedushi acumularon gradualmente poder, controlando no solo las fuerzas militares, sino también la administración civil y la recaudación de impuestos dentro de sus territorios. Esta descentralización del poder, impulsada por la necesidad fiscal, erosionó el control del gobierno central sobre el imperio. Los jiedushi, si bien nominalmente subordinados al emperador, se volvieron cada vez más autónomos, actuando a menudo como gobernantes de facto dentro de sus dominios. Este vacío de poder creado por el debilitamiento del gobierno central y el auge de los jiedushi allanó el camino para la Rebelión de An Lushan en el 755 d. C., una devastadora guerra civil que marcó el comienzo del declive de la dinastía Tang. An Lushan, un poderoso jiedushi de origen sogdiano y túrquico, explotó la debilidad interna de la Tang y lanzó una rebelión que sumió al imperio en el caos, destacando las peligrosas consecuencias de la descentralización fiscal y el poder sin control de los señores de la guerra regionales. El aparentemente simple sistema fiscal de la Tang, plagado de lagunas y plagado de ineficiencia, no solo había fallado en generar los ingresos necesarios para mantener un gobierno central fuerte, sino que también había creado inadvertidamente las condiciones para su propia desaparición.

Parte 3: Dinastías Song y Yuan: La Montaña Rusa del Papel Moneda

La dinastía Song (960-1279), un período de inmenso dinamismo cultural y económico, también fue testigo de un momento crucial en la historia financiera: el nacimiento del papel moneda. Si bien la Tang había utilizado letras de cambio y otras formas de crédito, el jiaozi (交子) de la Song marcó la verdadera aparición de la moneda de papel como un medio de intercambio generalizado. Sin embargo, esta innovación, inicialmente una invención privada nacida de la necesidad, se convirtió en una espada de doble filo en manos del estado, ofreciendo a la vez una flexibilidad financiera sin precedentes y el potencial de un colapso económico catastrófico. La historia del papel moneda en las dinastías Song y Yuan es una montaña rusa de auges y caídas, que ilustra el poder seductor pero peligroso de esta nueva herramienta financiera.

La dinastía Song heredó un sistema monetario fragmentado del período de las Cinco Dinastías y los Diez Reinos. Diferentes regiones utilizaban diversas formas de moneda, incluidas monedas de cobre, monedas de hierro e incluso rollos de seda. La provincia de Sichuan, conocida por su próspero comercio pero obstaculizada por el peso y el bajo valor de la moneda de hierro, se convirtió en la cuna del jiaozi. Los comerciantes privados, reconociendo la inconveniencia de transportar grandes cantidades de monedas de hierro, comenzaron a emitir letras de cambio como recibos de depósito. Estas notas, inicialmente representando una cantidad específica de moneda de hierro depositada, podían canjearse en la tienda del comerciante emisor. Sin embargo, su comodidad rápidamente condujo a su uso como medio de intercambio, circulando más allá de los depositantes originales.

A medida que el jiaozi ganó una mayor aceptación, las vulnerabilidades inherentes del sistema se hicieron evidentes. La emisión privada no regulada condujo a la sobreimpresión y la falsificación, erosionando la confianza pública y causando inestabilidad financiera. Reconociendo la necesidad de intervención, el gobierno intervino, inicialmente limitando el número de comerciantes emisores autorizados y luego nacionalizando por completo la producción de jiaozi. El Jiaoziwu (交子務) administrado por el estado, establecido en 1023, tenía como objetivo estabilizar el sistema mediante la implementación de reservas y la imposición de límites a la emisión. Teóricamente, cada jiaozi estaba respaldado por una cierta cantidad de moneda de hierro, y las nuevas emisiones estaban vinculadas al canje y la destrucción de los billetes más antiguos. Esto, combinado con penas estrictas por falsificación, inicialmente restauró la confianza en la moneda.

Sin embargo, los problemas fiscales del gobierno, particularmente los crecientes gastos de las guerras contra los Xia occidentales y luego la dinastía Jin, demostraron ser demasiado tentadores para resistir. La facilidad de imprimir dinero ofreció una solución aparentemente indolora a los déficits presupuestarios. Gradualmente, el gobierno abandonó su compromiso con las reservas y comenzó a imprimir jiaozi en exceso de sus tenencias de moneda de hierro. Esto, combinado con la expansión de la circulación del jiaozi más allá de Sichuan, alimentó la inflación y erosionó el valor de la moneda. Los intentos de controlar la situación, como emitir nuevas denominaciones y obligar al intercambio de billetes antiguos a tipos de cambio desfavorables, solo empeoraron el problema, socavando la confianza pública y provocando pánico financiero.

La dinastía Yuan (1271-1368), fundada por Kublai Khan, heredó y amplió los experimentos de la Song con el papel moneda. Inspirado por la comodidad y el potencial de ingresos que presenció Marco Polo, el gobierno Yuan emitió varias formas de papel moneda, incluido el Zhongtong Chao (中統鈔) y luego el Zhida Chao (至元鈔). Sin embargo, el gobierno Yuan, al igual que sus predecesores Song, luchó por mantener la disciplina fiscal. Las campañas militares, los gastos suntuosos de la corte y los costos de mantener un vasto imperio tensaron el tesoro, impulsando al gobierno a imprimir papel moneda sin tener en cuenta las reservas. El resultado fue un ciclo familiar de inflación, devaluación y emisión de nuevas denominaciones de moneda a tipos de cambio cada vez más desfavorables.

Ingrese Toghto (脫脫), un brillante y ambicioso funcionario Yuan que ascendió a la posición de Gran Canciller. Ante una economía en declive y una creciente agitación social a mediados del siglo XIV, Toghto se embarcó en un ambicioso programa de reformas destinadas a revitalizar la dinastía Yuan. Su enfoque, que recuerda la economía keynesiana moderna, se centró en estimular el crecimiento económico a través del gasto público. Inició proyectos de infraestructura a gran escala, incluida la reparación del Gran Canal y otras obras hidráulicas, con el objetivo de impulsar el empleo y la producción agrícola. También implementó programas para promover el cultivo de arroz en el norte y mejorar la preparación militar.

Sin embargo, los ambiciosos planes de Toghto enfrentaron una restricción crítica: el tesoro ya agotado del gobierno Yuan. Sin inmutarse, Toghto recurrió a la imprenta, emitiendo grandes cantidades de una nueva moneda de papel, el Zhizheng Chao (至正钞), para financiar sus reformas. Si bien inicialmente fue cauteloso, estableciendo un tipo de cambio relativamente modesto con la moneda antigua, el gobierno pronto abandonó la moderación. La escala de los proyectos de Toghto, junto con los gastos militares en curso y los costos de reprimir las rebeliones, alimentaron una frenética impresión. Millones de billetes inundaron el mercado, elevando los precios y diezmando el valor de la moneda. La inflación se descontroló, alcanzando niveles que hicieron que el papel moneda fuera prácticamente inútil. Los relatos contemporáneos describen billetes amontonados en las calles, desechados como basura, mientras las personas recurrían al trueque o utilizaban otras formas de intercambio.

El estímulo económico de Toghto, si bien bien intencionado, fracasó espectacularmente. La hiperinflación, consecuencia directa de su impresión de dinero sin control, devastó la economía, exacerbando la agitación social y debilitando la capacidad del gobierno Yuan para mantener el orden. Sus reformas, en lugar de revitalizar la dinastía, posiblemente aceleraron su desaparición. El colapso del sistema monetario, junto con las dificultades económicas generalizadas, alimentaron las rebeliones en todo el imperio, culminando en la Rebelión de los Turbantes Rojos y el eventual derrocamiento de la dinastía Yuan por Zhu Yuanzhang, el fundador de la dinastía Ming. La historia de Toghto sirve como una advertencia sobre los peligros del estímulo económico dirigido por el gobierno impulsado por la impresión de dinero sin control, una lección que sigue resonando en la era moderna.


Descifrando los Secretos Fiscales del Imperio Central de Guo Jianlong ofrece una poderosa lente a través de la cual ver el largo recorrido de la historia china. El libro argumenta de manera convincente que la salud fiscal de una dinastía es a menudo la clave de su longevidad, y que herramientas económicas aparentemente modernas como las SOE, la propiedad pública de la tierra y los monopolios financieros se han utilizado durante milenios para consolidar el poder estatal y financiar las ambiciones imperiales. Desde la dependencia de la dinastía Han en los monopolios de la sal y el hierro y la manipulación de la moneda hasta el desafortunado experimento de la Tang con agencias gubernamentales autofinanciadas, el libro revela ciclos recurrentes de innovación fiscal, exceso y eventual colapso. Las luchas de las dinastías Song y Yuan con el papel moneda ilustran el poder seductor (y las devastadoras consecuencias) de la impresión de moneda sin control, una lección que resuena incluso hoy. A lo largo de todo, Guo enfatiza no solo el impacto económico de estas políticas fiscales, sino también sus profundas consecuencias políticas y sociales, mostrando cómo dieron forma a la dinámica de poder, alimentaron la corrupción y, en última instancia, contribuyeron al auge y la caída de las dinastías.

La relevancia de este libro para una audiencia estadounidense moderna es innegable. El actual modelo económico de China, con su mezcla de empresas controladas por el estado, un control estricto sobre la tierra y el dominio de los sectores financieros clave, a menudo genera debates y preocupación en Occidente. Descifrando los Secretos Fiscales del Imperio Central proporciona un contexto histórico crucial para comprender estas políticas, demostrando que no son simplemente productos de la ideología comunista, sino que están profundamente arraigados en la tradición del arte del gobierno chino. La exploración del libro de paralelismos históricos, como el programa de “estímulo” de Toghto en la dinastía Yuan, que refleja inquietantemente algunas iniciativas modernas de gasto gubernamental, ofrece valiosas ideas sobre las posibles trampas y consecuencias no deseadas de la intervención estatal en la economía. Al comprender estos patrones históricos, podemos obtener una comprensión más matizada de la trayectoria actual de China y sus implicaciones para la economía global.

Descifrando los Secretos Fiscales del Imperio Central no es solo para académicos o aficionados a la historia; es una lectura convincente para cualquiera que busque una comprensión más profunda del panorama económico y político de China. La atractiva narrativa de Guo Jianlong y su perspicaz análisis hacen que esta compleja historia sea accesible a un público amplio. Muy recomendable para cualquier persona que busque descifrar las complejidades del pasado, presente y futuro de China. Si bien actualmente no está disponible en las principales plataformas de venta de libros en inglés, los lectores interesados pueden explorar las librerías en línea chinas para la edición original en mandarín o investigar recursos académicos que discutan los argumentos centrales del libro. Las ideas que contiene valen la pena el esfuerzo.

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